El modelo de Estado constitucionalista sobre el que se asienta lo que hoy llamamos España tiene regulado un sistema electoral que termina produciendo un efecto perverso contra este mismo Estado. Al no darse mayorías absolutas de Gobierno, bien sea para el PP o para el PSOE, la estabilidad parlamentaria queda en manos con demasiada frecuencia de pequeñas formaciones políticas que han ido creciendo en los últimos años y que se autodefinen de carácter nacionalista o independentista; es decir, buscan arrebatar poder del Estado (España) mediante la transferencia de competencias a sus autonomías o, incluso, la misma autodeterminación para ganar soberanía propia frente a la España actual. Salvo que en las próximas elecciones generales uno de los dos grandes partidos llevara en su programa electoral una propuesta radical para modificar la ley electoral vigente y lograra una mayoría absoluta para gobernar y poder sacar, sin necesidad de apoyos parlamentarios, sus propuestas legislativas, mucho nos tememos que el poder que se otorga, en casos así, a las fuerzas minoritarias que actúan como bisagra seguirá en manos de estos pequeños partidos nacionalistas o independentistas que quieren tirar abajo el concepto de Estado que nos tenemos dados los españoles en nuestra Constitución.
Como no parece posible, y más en el estado actual de crispación, enfrentamientos e intentos obsesivos de mantener las dos Españas en el que andan empeñados PSOE y PP, acuerdos de gran calado entre estos dos partidos políticos, acuerdos de los que se llaman ‘temas de Estado’, pues estamos abocados a que surja en el panorama político futuro algo nuevo que, defendiendo a España, pueda apuntalar gobiernos de unos u otros sin necesidad de acudir a las fuerzas nacionalistas o independentistas. En ese sentido, el paso dado por Rosa Díez, dirigente socialista que no hace más de cinco o seis años disputaba el liderazgo dentro del PSOE entre José Luís Rodríguez Zapatero y José Bono, para constituir un nuevo partido con implantación territorial en toda España bajo las siglas de Unión, Progreso y Democracia (UPD) supone una bocanada de aire fresco en el actual contexto nacional, que de seguir como hasta ahora bien podría terminar derivando en una creciente abstención ciudadana en las próximas elecciones.
En Huelva la semilla de las ideas impulsadas por Rosa Diez ya está puesta y empieza la nueva fuerza política a dar sus primeros pasos para constituirse como colectivo con personalidad propia. El poco tiempo que queda de aquí a las elecciones fijadas para el 9 de marzo juega en contra de este nuevo partido si no fuerza una presencia referenciada clara en cuanto a las caras que le quieren representar y una implantación local, al menos en las principales localidades de la provincia. Reuniones de la comisión gestora provincial ya se han producido y los mismos medios de comunicación estamos a la espera de que se efectúe cuanto antes una presentación pública para que podamos darle sitio propio en el raquítico, aburrido y mediocre mapa político provincial.
Todo lo que aventuran en Huelva las próximas elecciones generales y autonómicas es una posición insultante –que no legítima- de dominio casi absoluto del PSOE ante la gravísima recesión que delatan los populares, por su propia y singular forma de ejercer como si fuera una oligarquía la política, no digamos ya los andalucistas y la trifulca interna que vive la coalición de Izquierda Unida porque ni Diego Valderas se siente confiado de asegurar con su presencia como cabeza de lista un escaño en el Parlamento andaluz. Hoy existe en Andalucía –a nivel del Estado no se cuestiona que seguirá el mismo reparto de escaños entre PSOE y PP, salvo una debacle total de estos últimos- una representación mayoritaria de siete parlamentarios para los socialistas, tres tan sólo para los populares y uno que se llevó el Partido Andalucista de Miguel Romero. Nadie piensa, precisamente, que este escaño siga en las filas andalucistas y las encuestas apuntan que podría caer del lado del PP, con lo cual se mantendría un siete a cuatro que supone en el conjunto andaluz que Manuel Chaves reválida con suficiencia su mayoría absoluta. Pero hay quien apunta ya en las filas socialistas, ante la debilidad que exhiben los populares, que pueden buscar, incluso, este escaño e infringir una derrota histórica de ocho a tres que sería la antesala de una profunda crisis en las filas del PP.
La presencia de este nuevo partido, Unión, Progreso y Democracia, si es liderado por figuras políticas con experiencia y que trasmitan confianza al electorado, puede ser el gran revulsivo en el cada vez más hegemónico mapa gobernante provincial. Para muchos ciudadanos puede ser la esperanza ante la posición fortalecida de los socialistas porque todos aquellos que no piensan como el PSOE, pero no quieren votar a los populares, se han encontrado sin fuerza política que los represente en el panorama onubense. El partido de Rosa Diez busca colocarse, además, como partido bisagra de carácter españolista, entre populares y socialistas y si quiere tener rango de fuerza nacional debe sumar votos en todas las provincias españolas y acudir a ambos comicios, tanto en el Congreso y Senado como para el Parlamento andaluz. Eso supone contar con un elenco ya importante de dirigentes, entre ellos muchas mujeres, porque son muchos los nombres que deben figurar en las listas y en las autonómicas la posición es ‘cremallera’, o lo que es lo mismo hombre/mujer o mujer/hombre en la configuración de la candidatura a presentar. Cuestión que parece fácil de confeccionar pero ya veremos el numerito que se va a montar en algunos partidos, empezando por el PP, cuando llegue la hora de cerrar a gusto de la mayoría este nuevo envite planteado con mucha habilidad desde el PSOE y su ‘lobby’ femenino.
Hemos entrando en precampaña y con la mirada puesta en el nueve de marzo, Domingo de Pasión y de Pregón en muchas localidades ante este calendario tan adelantado este año de la Semana Santa, en el que se van a celebrar unas elecciones muy importantes para lo que hoy todavía llamamos España. En Huelva, a lo mejor, este debate no coge muy lejos o no lo percibimos como fundamental pero la verdad es que está ahí, inclusive en la composición final de un Parlamento andaluz que asiste mudo al troceo de un Estado y recogiendo algunas competencias más que se van quedando dispersas. Unión, Progreso y Democracia, como partido político, tiene su razón de ser en España y por supuesto también en Huelva. La última palabra siempre la tienen los ciudadanos pero es tarea de sus promotores presentar un proyecto político, ilusionante, participativo y solidario, que falta hace ante la mucha pobreza que tenemos ante nuestra cada vez mas decepcionante visión periodística.