Menuda le están dando a la ministra de Fomento, Magdalena Alvarez, estos días por los múltiples fallos de la red eléctrica y de la ferroviaria en Cataluña. Ha ocupado ella sola, mientras Rodríguez Zapatero descansaba en el Parque Nacional de Doñana, portadas y portadas de periódicos, informativos principales de radio y televisión y se ha ganado la animadversión de casi todos los grupos políticos parlamentarios, exceptuando, como es lógico, el socialista. De esta crisis, conociendo el sistema de presión catalán y vasco, sacarán fuerte tajada por el norte en detrimento, porque el dinero que hay no se puede estirar más, de la parte sur. En especial, la provincia de Huelva donde seguimos en inversiones importantes, después de casi cuatro años de gobierno socialista, donde lo dejó el del PP que presidía José María Aznar. Nada de la conexión con Extremadura, la gran reivindicación de todos los dirigentes del PSOE en los tiempos de gobierno de los populares; pero nada se espera de la conexión ferroviaria de alta velocidad (no se puede hablar de línea AVE porque se incluye un tráfico mixto) entre Huelva y Sevilla y de la construcción de la nueva estación de Renfe en la zona del Matadero. Estamos como hace meses, aparcados los 103 kilómetros de vías férreas a la elaboración del informe de Declaración de Impacto Ambiental y adjudicada la redacción del proyecto constructivo de la infraestructura ferroviaria (que no estación) de la que será nueva terminal de Huelva capital. Pocas voces escuchamos en Huelva, en comparación con las quejas catalanas, ante tanta parsimonia y dejadez por parte del Ministerio de Fomento y sino lo hacemos, de cara a la aprobación de los presupuestos del año 2008, pues ya podemos echarnos a dormir otros doce meses más y quién sabe si otros pocos años más, máxime cuando los fondos comunitarios irán a menos en los próximos ejercicios.
Ando sorprendido ante el enorme interés puesto por toda la cúpula socialista provincial para la construcción del famoso ‘tripuente’ que cruzará el paraje natural protegido de Marismas del Odiel. Una infraestructura que requerirá una inversión millonaria y que sólo servirá para unir la capital con una localidad. Bueno, y también con los hoteles que se construye en las proximidades de la zona protegida de los Enebrales (o lo que vaya quedando en unos años de ellos). No es una conexión que una dos amplios territorios, sólo y exclusivamente dos municipios, uno importante, como el de la capital, pero otro que en invierno no supera los 20.000 habitantes y en invierno, más o menos, los cien mil. Ahora bien, vaya que si hay interés y voluntarismo político por saca adelante este ‘obrón’. El mismo quisiéramos ver, por pura comparación en cuanto al interés público de unos y de otros, con la conexión ferroviaria, con la nueva estación y con la autovía Huelva-Extremadura. Es que no hay punto de comparación entre lo que se juega toda la provincia con estas últimas inversiones y lo que se juega la capital y Punta Umbría con el ‘tripuente’. No es que apostemos por dejar nada fuera, puesto que una vez que han dado el paso adelante, con el trabajo que le ha costado admitir las deficiencias viarias entre las dos orillas del Odiel, que tiren para adelante mientras antes mejor. Lo único que pedimos es el mismo interés y empuje para lo que de verdad demanda toda la provincia desde hace años y que ha sido, además, bandera reivindicativa contra los gobiernos populares de todos los dirigentes socialistas.
Magdalena Alvarez, que es malagueña y diputada nacional por esta provincia, tendrá la satisfacción de ver llegar a la nueva estación de Renfe de la capital de la Costa del Sol, allá por las Navidades de este mismo año, los coches del AVE, cruzando la difícil cordillera Penibética gracias a la construcción de ocho túneles y diecinueve viaductos o puentes ferroviarios y nosotros, también como andaluces, nos alegramos de ellos y de que la ministra haya hecho valer, con toda seguridad, su procedencia y el escaño ganado por dicho territorio barriendo un poco de millones de euros para su tierra. Menuda campaña, de cara a las próximas legislativas, tiene pagada ya la controvertida ministra con este empuje inversor, al que se une las conexiones ferroviarias de la costa malagueña, desde la capital hasta Fuengirola. Javier Barrero y los candidatos que designe este partido para completar las listas al Congreso y al Senado también merecen, a juzgar por el apoyo tan alto que reciben las siglas del PSOE en la provincia de Huelva, tener en su cartera electoral proyectos en marcha, con dotaciones presupuestarias bien definidas y concretas, del calibre de la conexión AVE entre Sevilla-Huelva, la nueva estación y algún tramo, aunque sea el de Valverde, para contentar a José Cejudo, de la autovía Huelva-Extremadura, si quieren uniendo la misma, para que todo vaya al unísono, con la canalización del gaseoducto que se tiene pactado entre el puerto onubense y la refinería de Fregenal. Los socialistas, no sé muy bien a veces si por méritos propios o desméritos de los demás, en especial del PP, gozan en la provincia de Huelva de una confianza ilimitada, porcentualmente de la más alta de toda España. Este es un aval más que justificado para contar con más peso en Madrid a la hora del reparto de los euros en el presupuesto de inversiones y que no sigamos mendigando un proyectivo de estudio o el avance de la Declaración de Impacto Ambiental. ¡Qué ya está bien del mismo discurso año tras año! No es que seamos tan impertinentes como los ‘Roviras’ de turno en Cataluña, es que estamos desesperados de esperar y esperar, Javier. Lo dicho, el mismo interés que en el ‘tripuente’, que hizo venir a Chaves a Huelva en traje informal para anunciarlo a bombo y platillo en campaña electoral de las municipales, esperamos de lo que en justicia lleva esperando toda una provincia desde hace año. ¿O no nos ha llegado ya la hora?
lunes, 20 de agosto de 2007
domingo, 19 de agosto de 2007
¿Tiene alguna solución la autodestrucción del PA?
A la hora de encarar esta columna dominguera de este primaveral agosto no sé muy bien todavía si escribo de un vivo o de un muerto. De algo en crisis, que sube y baja, baja y sube; o de algo ya amortizado y en liquidación. Lo del PA, no sólo ya en Huelva sino en toda Andalucía, cuesta trabajo de entender pues una autodestrucción de este calibre, salvo que sea premeditada, con toda intención como alevosía, no debe tener precedentes en la historia de las formaciones políticas. No hace ni cuatro años que este partido gobernaba una consejería de la Junta de Andalucía y en muchísimos municipios andaluces con un plantel de concejales que superaba todos los records anteriores obtenidos. Y nada más celebrar un Congreso por Málaga, en una noche de estas tormentosas de compras de voluntades, lo que parecía ser el refrendo de Antonio Ortega como secretario general y con él de todo su equipo dio paso a un alocado como atolondrado Julián Alvarez con su plebe que son los que se han cargado de cuatro días, como aquel qué dice, toda la estructura orgánica e institucional que tantos años había costado montar bajo el buen cobijo del presupuesto de la Consejería de Turismo y Deportes y del gobierno de coalición con el PSOE.
Conozco el buen talante y la voluntariedad del exalcalde de La Puebla de Guzmán, Francisco Ramos, y en honor a su deseo de asumir la responsabilidad de presidir la nueva gestora que se ha hecho cargo de este partido en Huelva me veo en la obligación de escribir y de escribir, además, en tono constructivo de cara a esos siete meses venideros que será claves en el futuro de esta fuerza política, tanto en la provincia de Huelva como en el resto de Andalucía. Si en las elecciones autonómicas del 2008 –veremos si a Zapatero no le entra el miedo con el bajón de las bolsas y los anuncios de una inminente rescisión económica y no le da por adelantar las elecciones al otoño, que todo puede ser- los andalucistas no logran una representación mínima que supere los dos escaños en el Parlamento andaluz –algo harto difícil como están las cosas- ya todo estará sentenciado. Como quedan esos siete meses y es un partido político –el único que en la transición democrática me pidió estar de interventor en mi pueblo de nacimiento, cosa que hice con enorme satisfacción por entender que contribuía con ello al nacimiento de la democracia en España- al que le guardo mucho cariño y tengo en aprecio a muchos de sus dirigentes, insisto, que quiero analizar el pasado, presente y futuro del PA desde una perspectiva de confianza y de esperanza.
Cuando hay problemas y problemas que derivan en resultados catastróficos hay que buscar siempre los motivos que desencadenaron los males. Antonia Grao, una vieja luchadora andalucista de Isla Cristina, hablaba en el periódico de ayer sábado de los ‘personalismos’ dentro de esta fuerza política. ¿Los de Zamudio, los de Rojas Marcos, los de Capelo? ¿Los de todos en general? Pues creo que lleva mucha razón. Cuando el equipo de Antonio Ortega, agrupado en torno a la Consejería de Turismo y Deportes, estaban logrando acabar con los personalismos, en especial, en aquellos momentos, de Rojas Marcos, y se consolidaban estructuras provinciales, como la de Huelva, en claro enfrentamiento de Miguel Romero como secretario provincial con las acciones personales e interesadas de Paco Zamudio, surge una fuerza interna extraña abanderada por Julián Alvarez y que en Huelva encuentra el apoyo de Manuel Capelo, otra figura extrañísima, que se apagó en Moguer de la noche a la mañana tras un cese y una ruptura del gobierno de coalición con el PP, y se hacen por escasos votos con el poder en un final de congreso que no estaba escrito ni se esperaba. El problema es que Julián Alvarez y su equipo, el autor de todos los males actuales, sigue ahí, al frente del PA todavía y los colaboradores de Antonio Ortega andan perdidos y en algunos casos cercanos ya a la órbita socialista. Con este panorama, sin alternativa opositora interna que pueda da un golpe de mano, lo que queda es, como se ha hecho en Huelva, aunar fuerzas, buscar personas de consenso y con ganas de trabajar –y Francisco Ramos es de esos, de los que trabajan en política- para encarar estos siete meses decisivos. No podemos esperar de Paco Zamudio, aunque se lo pidan su gente de Isla Cristina, mucha colaboración ni generosidad política ni económica, nunca lo hizo antes y nunca lo hará. Su obra en Isla Cristina, para bien o para mal, termina con él. Hay que confiar en que el viejo andalucismo, consciente de lo que se juegan las siglas y sus años de historia como partido político, resurja y sin muchas más declaraciones para defender lo indefendible se ponga a aglutinar todos los restos dispersos de este partido. Sus 14.000 votos en Huelva, que con Miguel Romero, en el 2003, llegaron a ser 32.000 en las municipales, están ahí, esperando. Cinco o seis mil votos más si dan para mantener el escaño actual por Huelva y podrían, junto a los que se puedan obtener en Sevilla, Cádiz y Málaga, servir de suelo estable para una nueva etapa del PA. No los quiero dar por totalmente perdidos este número de votos todavía porque si así fuera mejor es que plantearán, al menos, ir en coalición con alguien en las elecciones andaluzas y algunos movimientos en otras provincias ya se han dado. Lo que vaya a ocurrir después de las elecciones generales y autonómicas todavía es pronto para pronosticar porque cambios puede haber en otras muchas fuerzas políticas, además del PA. Este test queda por evaluar y no es el tiempo de hacerlo ahora a prisa y corriendo. Trabajo, unidad, trabajo y unidad esa es la mejor receta que le podemos dar y desear a Francisco Ramos y esa nueva gestora que se ha hecho cargo del PA de Huelva.
Conozco el buen talante y la voluntariedad del exalcalde de La Puebla de Guzmán, Francisco Ramos, y en honor a su deseo de asumir la responsabilidad de presidir la nueva gestora que se ha hecho cargo de este partido en Huelva me veo en la obligación de escribir y de escribir, además, en tono constructivo de cara a esos siete meses venideros que será claves en el futuro de esta fuerza política, tanto en la provincia de Huelva como en el resto de Andalucía. Si en las elecciones autonómicas del 2008 –veremos si a Zapatero no le entra el miedo con el bajón de las bolsas y los anuncios de una inminente rescisión económica y no le da por adelantar las elecciones al otoño, que todo puede ser- los andalucistas no logran una representación mínima que supere los dos escaños en el Parlamento andaluz –algo harto difícil como están las cosas- ya todo estará sentenciado. Como quedan esos siete meses y es un partido político –el único que en la transición democrática me pidió estar de interventor en mi pueblo de nacimiento, cosa que hice con enorme satisfacción por entender que contribuía con ello al nacimiento de la democracia en España- al que le guardo mucho cariño y tengo en aprecio a muchos de sus dirigentes, insisto, que quiero analizar el pasado, presente y futuro del PA desde una perspectiva de confianza y de esperanza.
Cuando hay problemas y problemas que derivan en resultados catastróficos hay que buscar siempre los motivos que desencadenaron los males. Antonia Grao, una vieja luchadora andalucista de Isla Cristina, hablaba en el periódico de ayer sábado de los ‘personalismos’ dentro de esta fuerza política. ¿Los de Zamudio, los de Rojas Marcos, los de Capelo? ¿Los de todos en general? Pues creo que lleva mucha razón. Cuando el equipo de Antonio Ortega, agrupado en torno a la Consejería de Turismo y Deportes, estaban logrando acabar con los personalismos, en especial, en aquellos momentos, de Rojas Marcos, y se consolidaban estructuras provinciales, como la de Huelva, en claro enfrentamiento de Miguel Romero como secretario provincial con las acciones personales e interesadas de Paco Zamudio, surge una fuerza interna extraña abanderada por Julián Alvarez y que en Huelva encuentra el apoyo de Manuel Capelo, otra figura extrañísima, que se apagó en Moguer de la noche a la mañana tras un cese y una ruptura del gobierno de coalición con el PP, y se hacen por escasos votos con el poder en un final de congreso que no estaba escrito ni se esperaba. El problema es que Julián Alvarez y su equipo, el autor de todos los males actuales, sigue ahí, al frente del PA todavía y los colaboradores de Antonio Ortega andan perdidos y en algunos casos cercanos ya a la órbita socialista. Con este panorama, sin alternativa opositora interna que pueda da un golpe de mano, lo que queda es, como se ha hecho en Huelva, aunar fuerzas, buscar personas de consenso y con ganas de trabajar –y Francisco Ramos es de esos, de los que trabajan en política- para encarar estos siete meses decisivos. No podemos esperar de Paco Zamudio, aunque se lo pidan su gente de Isla Cristina, mucha colaboración ni generosidad política ni económica, nunca lo hizo antes y nunca lo hará. Su obra en Isla Cristina, para bien o para mal, termina con él. Hay que confiar en que el viejo andalucismo, consciente de lo que se juegan las siglas y sus años de historia como partido político, resurja y sin muchas más declaraciones para defender lo indefendible se ponga a aglutinar todos los restos dispersos de este partido. Sus 14.000 votos en Huelva, que con Miguel Romero, en el 2003, llegaron a ser 32.000 en las municipales, están ahí, esperando. Cinco o seis mil votos más si dan para mantener el escaño actual por Huelva y podrían, junto a los que se puedan obtener en Sevilla, Cádiz y Málaga, servir de suelo estable para una nueva etapa del PA. No los quiero dar por totalmente perdidos este número de votos todavía porque si así fuera mejor es que plantearán, al menos, ir en coalición con alguien en las elecciones andaluzas y algunos movimientos en otras provincias ya se han dado. Lo que vaya a ocurrir después de las elecciones generales y autonómicas todavía es pronto para pronosticar porque cambios puede haber en otras muchas fuerzas políticas, además del PA. Este test queda por evaluar y no es el tiempo de hacerlo ahora a prisa y corriendo. Trabajo, unidad, trabajo y unidad esa es la mejor receta que le podemos dar y desear a Francisco Ramos y esa nueva gestora que se ha hecho cargo del PA de Huelva.
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