Sigo escuchando muchas voces dispersas, como aquellos tambores lejanos de los indios americanos anunciando ‘guerra’ en las mejores películas del oeste, en el contexto provincial alertando de lo que se nos viene encima de confirmarse una situación de crisis económica en los próximos meses pero, a la vez, hecho en falta claridad de ideas y, sobre todo, de rumbo. Aunque los números macroeconómicos marquen luego unos datos globales nacionales, el efecto de una crisis económica no siempre se produce por igual en cada territorio y sólo hace falta repasar las hemerotecas para confirmarlo. A nosotros, a los que vivimos en Huelva, nos debe empezar a preocupar lo que nos ocurra aquí, sus repercusiones en el bienestar y prosperidad de la ciudadanía y el tratamiento de choque que los gobernantes tienen planificado, estudiado y acordado con los sectores socio-económicos para amortiguar los efectos de un fuerte parón en el crecimiento económico.
Desde este verano vengo escribiendo con insistencia de esta cuestión porque el termómetro de la calle adelanta con muchas más certezas que las propias estadísticas los grandes cambios sociales y económicos. Y la calle ya delataba desde el verano lo que luego han venido a confirmar los mismos datos económicos y a reconocer, por fin, el mismo Gobierno de España de la mano de un cada día más despistado y comprometido Solbes. Con coincidencias más que preocupantes cuando al efecto de una inflación descontrolada (los expertos hablan de que podemos terminar el año en torno al 4% ya que ahora viene, tras los cereales, leche, pan, etc., también la subida de la carne y de todos sus derivados) se unen un tipo de interés alto y una bajada del consumo familiar y de las inversiones. El cóctel es explosivo. Y que no me cuenten milongas porque los despachos de la banca, notarias y registros conocen mejor que nadie en estos momentos lo que subyace y la debilidad de los esquemas sobre los que se ha basado la bonanza de estos años y la sensación del efecto ‘riqueza’ que en todos los estamentos sociales se percibía por la revalorización, principalmente, de las propiedades inmobiliarias de muchas familias.
La pregunta que vengo haciéndome desde hace unos meses es la misma de nuevo ahora: ¿a quién le corresponde liderar en la provincia las medidas de choque para aguantar esta crisis económica y sus efectos? Tengo claro que, en primer lugar, la responsabilidad es de quien acumula por la propia confianza que le otorgaron los ciudadanos mayores responsabilidades de gobierno, en este caso, por amplísima hegemónica mayoría, a los socialistas. Javier Barrero siempre ha mantenido que si ellos, el PSOE, era el partido más votado en la provincia, todo el peso institucional, económico, participativo y hasta mediático (por fin se ha hecho con un grupo propio de comunicación, un objetivo largamente buscado) le correspondía a su formación política. Por derivación y también por pura coherencia de suma de responsabilidades, toca ahora que de la misma manera asuma este liderazgo que reclamo. Y que nos cuente cuanto antes por dónde tienen pensado dirigir el rumbo de la economía provincial a través de los soportes que le permiten el amplio abanico de decisiones políticas que desde todos los estamentos de las administraciones que gobiernan pueden adoptar. ¿Vamos a salvar a la industria o no? ¿Le damos luz verde a las reaperturas de las minas o no? ¿Habrá campos de golf y turismo residencial o sólo vamos a construir viviendas sociales? ¿Cómo combinamos el aumento del paro que vendrá en los próximos meses con la demanda que desde determinados sectores, en especial el agrario, se hace de mano de obra y si tendremos que seguir buscándola en países lejanos? ¿Qué hacemos con la mano de obra inmigrantes que ya tenemos, incluida la que permanece en situación irregular, si no hay trabajo que ofertar? En fin, podría seguir haciéndome muchas preguntas que son, a la postre, las mismas que se hacen muchas familias, empresarios y sindicatos, en estos momentos.
En los próximos meses vamos a asistir a una campaña electoral que decidirá los futuros gobiernos en España y en Andalucía, los gobiernos que tendrán que contrarrestar los efectos de la crisis económica que se anuncia. Por responsabilidad colectiva, ahora más que nunca, las propuestas que cada formación política son importantísimas de analizar y estudiar. En especial, las que afecten a la provincia de Huelva que es el marco territorial donde primero nos movemos. Perderse en estas elecciones en otros debates, cuando a las familias lo que le preocupan, de verdad, es el día a día, supondría un derroche y hasta una estupidez. Creo que la sociedad civil, en la que creo, debería movilizarse desde cada una de sus entidades y estamentos asociativos para fijar ante la clase política onubense el panorama socioeconómico que tenemos ante delante. Como le decía a los representantes del sector de la construcción hace unas semanas, posicionarse con planteamientos lógico, razonados y exigentes ante los políticos muchas veces no es fácil, y más en época electoral, porque inmediatamente te pasan del campo amigo al del enemigo (y en Huelva el sectarismo de muchos dirigentes eleva al infinitivo esta toma de decisiones). Ocurre, por el bien de todos, que en tiempos de crisis económicas no es bueno y deseable dejar el análisis y las decisiones estratégicas sólo y exclusivamente en manos de la clase política, pues sindicatos y organizaciones empresariales (aunque estén juego las subvenciones de las políticas de concertación) tienen una obligación ante quienes va a sufrir de manera directa el efecto de un parón económico, las empresas y los trabajadores, y esta obligación se debe asumir guste o no guste al gobernante de turno. Los datos son tozudos porque ofrecen ya una foto fija inquietante y esta no aventura nada bueno para los próximos meses en Huelva. ¿Vamos o no a reaccionar o esperaremos sólo a lamentarnos cuando aumenten las cifras de parados y las empresas que se cierran?
lunes, 12 de noviembre de 2007
domingo, 11 de noviembre de 2007
Unidad de todos y trabajo colectivo, armas del Recre
El mundo del fútbol es complicado, un negocio, además, cada día más pujante donde los euros marcan también la diferencia entre los equipos que compiten en la Primera División, la llamada Liga de las Estrellas. Para suerte de los miles de aficionados albiazules y para la misma Huelva, como marca con destino turístico propio, el hecho del que el Recreativo esté entre los equipos de la élite del balompié es una auténtica suerte, un privilegio, una fortuna a merced de muy pocas capitales de provincia y menos con la población la capacidad económica de Huelva. Pero lo cierto es que estamos y llevamos así dos años seguidos, dos temporadas, y esto es inédito en los cien años del club y fruto del buen trabajo, también ha que decirlo, que se hizo el año pasado por partes de todos los estamentos que componen el Recreativo como colectivo, desde el Consejo de Administración, plantel técnico, jugadores, aficionados y hasta medios de comunicación. Todos sabíamos lo difícil que era permanecer y se le dio importancia a todo lo que se hacía cada domingo por el equipo hasta que éste fue ganando confianza en si mismo y se consolidó en los puestos tranquilos de la tabla clasificatoria mientras que los que se quedaron debajo de la clasificación se iban hundiendo por la misma falta de fe en sus posibilidades.
Esta temporada los resultados deportivos no están acompañando al equipo, en especial las últimas cinco jornadas y esto ha empezado a poner nerviosos a muchos. Además desde el mismo inicio del campeonato ha venido escuchando comentarios tertulianos en un contexto de derribo que me recuerda mucho a la temporada de Quique Hernández (siempre, curiosamente, con el mito del sinvergüenza de Viqueira –se llevó un sueldo sin trabajar para no jugar, so pretexto de una lesión, los partidos que podían dejar al club unos euros en el caso de un posible traspaso- detrás del mismo escenario) en la que teniendo el ascenso en la manos lo perdimos porque empezamos a enredarnos en otros asuntos y se perdió la mayor virtud de un equipo pobre en recursos económicos: la unidad de todos y el trabajo colectivo. Lo decía al principio de la liga, cuidado este año y que nadie pierda la verdaderas posibilidades del Recreativo, que no son otras que sufrir, hasta el último minuto, y codearse con los diez equipos que de media tabla para abajo lucharán domingo a domingo por eludir el descenso. Y enfatizaba: lo de la temporada fue excepcional y tal vez irrepetible porque con los medios económicos que se contaban y el esfuerzo que se hizo en el último minuto para recomponer la plantilla con seis fichajes de golpe, lograr lo que se logró tuvo mucho de milagroso y de esa suerte especial que se le suele venir al alcalde de Huelva, Pedro Rodríguez, cuando entra en campaña electoral y en este 2007 fueron, les recuerdo, las elecciones municipales.
En las competiciones de juego colectivo, y el fútbol lo es, el ambiente, la predisposición como conjunto y la personalidad que se imprima al plantel también compiten. Víctor Muñoz como entrenador es el único que puede imprimir a sus profesionales, de ese carácter, de esa personalidad. Al Español, que nos ganaba, se le remontó en minutos porque desde sus entrañas el equipo recreativista sacó esa casta y energía que todo equipo modesto necesita tener para competir en una competición desigual si miramos los recursos económicos y deportivos con los que cada club entra en la competición. Pero la grada también juega y al jugador le llega al césped las trasmisiones positivas y negativas que de ella se viven, como le llegó –estoy seguro- el mayor interés de los aficionados por lo que hacía Fernando Alonso que por lo que ocurría abajo mientras el Mallorca, más centrado en lo que tenía encomendado por su entrenador, sólo y exclusivamente pensaba en el partido en llevarse los dos puntos para seguir en la zona tranquila de la tabla clasificatoria.
Este domingo tenemos una oportunidad de desquitarnos todos. El Recre y su afición tienen que ser lo que siempre ha sido y eso debe llegar a los jugadores y al entrenador. Necesitamos a ese equipo de carácter que trasmita a la misma grada que quiere luchar, sudar y trabajar no dando por perdido ningún balón. Más que cuestiones de sistemas, a veces los partidos se pierden por falta de concentración y por falta de echarle lo que hay que echarle para que los balones caigan de nuestro lado. Si algo tengo que recriminarle a este entrenador es que, quitando esos minutos del Español, al Recreativo que él como profesional ha configurado como once, le falta casta, personalidad y coraje y tal vez por esa ausencia colectiva todo lo que en sensu contrario hace Martín Cáceres pues es tan celebrado y aplaudido por la grada, aunque en su precipitación y entrega también sus fallos por la misma precipitación e ímpetu que imprime en sus acciones como jugador. Esa tensión colectiva en lo deportivo es lo que debe prevalecer hoy en el Estadio y no cuestionamientos a todo cuanto se ha hecho en esta temporada, desde el mismo fichaje del entrenador al de los jugadores que han venido con un importante desembolso, por cierto, desde las arcas del club hasta el límite de lo que se podía permitir. Hay que cerrar filas, volver a es identidad como club que sabe de sus posibilidades reales y que esa energía viaje de la grada al césped y del césped a la grada. Quedan muchos partidos por delante y las diferencias entre una decena de equipos son mínimas y esa puede ser la tónica de esta temporada salvo que alguien se descuelgue y se entregue antes de tiempo. Algo que percibo en esa Huelva que tan poco me gusta y que suele pasar del todo a la nada con cierta facilidad y guiada por un talante ‘negativista’ y derrotista, camuflado bajo ese amor farseado a una Huelva de quejido y criticón que tanto trabajo nos cuesta desterrar y a la que este año algunas tertulias han querido volver a dar amparo pérdidas en resentimientos más personales que de interés general.
Esta temporada los resultados deportivos no están acompañando al equipo, en especial las últimas cinco jornadas y esto ha empezado a poner nerviosos a muchos. Además desde el mismo inicio del campeonato ha venido escuchando comentarios tertulianos en un contexto de derribo que me recuerda mucho a la temporada de Quique Hernández (siempre, curiosamente, con el mito del sinvergüenza de Viqueira –se llevó un sueldo sin trabajar para no jugar, so pretexto de una lesión, los partidos que podían dejar al club unos euros en el caso de un posible traspaso- detrás del mismo escenario) en la que teniendo el ascenso en la manos lo perdimos porque empezamos a enredarnos en otros asuntos y se perdió la mayor virtud de un equipo pobre en recursos económicos: la unidad de todos y el trabajo colectivo. Lo decía al principio de la liga, cuidado este año y que nadie pierda la verdaderas posibilidades del Recreativo, que no son otras que sufrir, hasta el último minuto, y codearse con los diez equipos que de media tabla para abajo lucharán domingo a domingo por eludir el descenso. Y enfatizaba: lo de la temporada fue excepcional y tal vez irrepetible porque con los medios económicos que se contaban y el esfuerzo que se hizo en el último minuto para recomponer la plantilla con seis fichajes de golpe, lograr lo que se logró tuvo mucho de milagroso y de esa suerte especial que se le suele venir al alcalde de Huelva, Pedro Rodríguez, cuando entra en campaña electoral y en este 2007 fueron, les recuerdo, las elecciones municipales.
En las competiciones de juego colectivo, y el fútbol lo es, el ambiente, la predisposición como conjunto y la personalidad que se imprima al plantel también compiten. Víctor Muñoz como entrenador es el único que puede imprimir a sus profesionales, de ese carácter, de esa personalidad. Al Español, que nos ganaba, se le remontó en minutos porque desde sus entrañas el equipo recreativista sacó esa casta y energía que todo equipo modesto necesita tener para competir en una competición desigual si miramos los recursos económicos y deportivos con los que cada club entra en la competición. Pero la grada también juega y al jugador le llega al césped las trasmisiones positivas y negativas que de ella se viven, como le llegó –estoy seguro- el mayor interés de los aficionados por lo que hacía Fernando Alonso que por lo que ocurría abajo mientras el Mallorca, más centrado en lo que tenía encomendado por su entrenador, sólo y exclusivamente pensaba en el partido en llevarse los dos puntos para seguir en la zona tranquila de la tabla clasificatoria.
Este domingo tenemos una oportunidad de desquitarnos todos. El Recre y su afición tienen que ser lo que siempre ha sido y eso debe llegar a los jugadores y al entrenador. Necesitamos a ese equipo de carácter que trasmita a la misma grada que quiere luchar, sudar y trabajar no dando por perdido ningún balón. Más que cuestiones de sistemas, a veces los partidos se pierden por falta de concentración y por falta de echarle lo que hay que echarle para que los balones caigan de nuestro lado. Si algo tengo que recriminarle a este entrenador es que, quitando esos minutos del Español, al Recreativo que él como profesional ha configurado como once, le falta casta, personalidad y coraje y tal vez por esa ausencia colectiva todo lo que en sensu contrario hace Martín Cáceres pues es tan celebrado y aplaudido por la grada, aunque en su precipitación y entrega también sus fallos por la misma precipitación e ímpetu que imprime en sus acciones como jugador. Esa tensión colectiva en lo deportivo es lo que debe prevalecer hoy en el Estadio y no cuestionamientos a todo cuanto se ha hecho en esta temporada, desde el mismo fichaje del entrenador al de los jugadores que han venido con un importante desembolso, por cierto, desde las arcas del club hasta el límite de lo que se podía permitir. Hay que cerrar filas, volver a es identidad como club que sabe de sus posibilidades reales y que esa energía viaje de la grada al césped y del césped a la grada. Quedan muchos partidos por delante y las diferencias entre una decena de equipos son mínimas y esa puede ser la tónica de esta temporada salvo que alguien se descuelgue y se entregue antes de tiempo. Algo que percibo en esa Huelva que tan poco me gusta y que suele pasar del todo a la nada con cierta facilidad y guiada por un talante ‘negativista’ y derrotista, camuflado bajo ese amor farseado a una Huelva de quejido y criticón que tanto trabajo nos cuesta desterrar y a la que este año algunas tertulias han querido volver a dar amparo pérdidas en resentimientos más personales que de interés general.
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