No había escrito nada de la constitución formal del Ayuntamiento de Huelva, hace ahora más de una semana, y quería centrar la columna de este lunes en una cuestión que me llamó la atención porque todos los oradores que intervinieron en el acto, desde el alcalde, Pedro Rodríguez, tras su toma de posesión, como los portavoces de PSOE, Manuela Parralo, y de IU, Pedro Jiménez, al fijar la posición de sus respetivos grupos, se refirieron de manera expresa y hasta con planteamientos muy atrevidos al tema de la recuperación de la ría. Tal vez, que todo puede ser, porque en las puertas de la Casa Consistorial, a esa misma hora, se habían concentrado un grupo de ciudadanos que se aglutinan en torno a la Mesa de la ría para reclamar de los nuevos concejales un posicionamiento en la nueva etapa municipal que se inicia.
No lo había dicho antes pero lo quiero decir ahora como aviso a navegantes. La cuestión de la recuperación de la ría, el debate que conlleva en si mismo, es todo un laberinto para cualquier mandatario político que se quiera adentrar en él. Que se sabe como se ha entrado pero que nadie sabe cuál es la puerta correcta de salida al final del mismo. Hay tantos intereses encontrados, tantos emociones juntas y tantos matices a tener en cuenta que el laberinto se puede hacer un auténtico calvario no ya para quien lo observa desde la oposición sino para quien tuvo el atrevimiento de afrontarlo desde la posición de gobierno, porque como tal está llamado a liderar y resolver el enigma de estos intereses, pasiones y matices tan encontrados. Son cuestiones de tal calibre, que infladas hasta crear expectativas imposibles de hacer realidad, pueden cargarse al mejor y más carismático del mundo porque en el seno de la misma sociedad onubense ya se ha apreciado una tremenda fractura social con una tensión que hacía tiempo no conocía en la ciudad, tanto por los que defiende unas posiciones como por los que defienden otras.
La cuestión de la recuperación de la ría, desde una visión técnica y de concepción urbanística futura de la ciudad, va a venir formalmente en la propuesta que el equipo redactor del nuevo plan general de la ciudad haga en unos meses. Es, por tanto, algo a abordar en esta legislatura y que estaba en la agenda de la tarea municipal para estos cuatro años. De eso a convertirlo a cuestión de Estado, en el gran tema municipal, como parecía desprenderse de los discursos de los tres representantes municipales va un abismo. Porque si nos vamos a los mismos resultados electorales, partidos minoritarios que hicieron suyo este discurso, como el Partido Andalucista y los mismos Verdes del ‘Guito’, han cosechado unos resultados pírricos y testimoniales que no superan ni el millar de votos. Al único que podría haber beneficiado este movimiento ciudadano a modo de plataforma permanente y estable es a Izquierda Unida, que ha crecido en algo más de ochocientos votos en relación a los resultados de elecciones anteriores. Y no es una cifra para tirar cohetes y que evidencie un movimiento multitudinario en pro de unas propuestas inmediatas urgentes.
La ciudadanía de Huelva, en general, es muy consciente a estas alturas de la magnitud del tema que se le somete. No hay duda de la inclinación medioambiental, nostálgica y saludable de la inmensa mayoría; pero tampoco hay duda de la tremenda dificultad de las soluciones que se pueden poner en la mesa y de su propia viabilidad económica, y más cuando se juega con el futuro profesional de miles de trabajadores y del bienestar y estabilidad de sus respectivas familias. Que los políticos aborden a boca llena en esta cuestión de Estado, en una cuestión de ciudad, es admisible porque entra dentro de sus competencias y hay que respetarlo. Obligación también tenemos nosotros, como observadores externos, de alertar de lo que ello supone si esta entrada en el laberinto no tiene una puerta de salida racional y lógica, alejada de las decisiones improvisadas y adoptadas al tum-tum de la misma presión descontrolada de la calle.
Y no quisiera cerrar este lunes la columna sin comentar la forma tan contundente y explícita con que el alcalde de Huelva, Pedro Rodríguez, cerró la natural pregunta de los periodistas en torno a los nombramientos del nuevo equipo de Gobierno, ese "cuando yo quiera" y con una explicación de que "lo importante es acertar" y no el tiempo que uno se tome en tomar la decisión. Dicho esto cuando una elección no te la espera y son muchos los elegidos, pues la verdad es que se comprendería. Cuando el equipo elegido como candidatura, con sus nombres y apellidos, se formó hace dos meses, al hacerse las listas, y va para un mes que se conoce el número de concejales con los que puede componer ese equipo, pues la verdad es que tiene todo difícil razonamiento que no sea el de testimoniar, para dentro y para fuera, quien ostenta el bastón de mando. La debilidad de estas actitudes es que en la vida municipal la mayorías también dependen de la fidelidad del equipo y dos concejales rebrincados –en Punta Umbría ya se lo hicieron en la anterior legislatura a José Carlos Hernández- te dejan de la noche a la mañana sin sillón y sin mando, lo que va de contar con trece en lugar de quince votos a la hora de sumar los apoyos. Todo político en si mismo como persona es un mundo y sorpresa ya se ha llevado Pedro Rodríguez al final de la legislatura con una concejala traicionera y espía que nadie sabía lo que hacía ni lo que estaban haciendo con ella los enemigos del propio alcalde. Si hay algo en lo que el PP no puede fallar en esta nueva etapa municipal, con un PSOE que le tiene el ojo puesto en el gatillo y de manera permanente, es en perder su cohesión interna como grupo y esa empieza siempre por trabajarse como director de orquesta el factor humano. Descuidar ese flanco puede ser letal y las actitudes y formas no están ayudando mucho, que digamos, a conservar el espíritu de equipo con el que se comenzó hace doce años.
lunes, 25 de junio de 2007
domingo, 24 de junio de 2007
Del aviso de ETA al ‘cambiazo’ en Diputación
El sorprende abandono de un coche cargado de explosivos por parte de terroristas (todo indica que etarras, aunque llama la atención que pusieran en los detonadores su propia marca impresa) en un cruce cercano a la frontera ayamontina con Portugal nos ha colocado, en vísperas de la temporada alta turística en nuestras playas, con la cruda realidad de la sinrazón de quienes pueden provocar en cuestión de segundos una desgracia. El hecho debe servir de serio aviso para todos los cargos públicos, fuerzas de Seguridad del Estado, red de comunicaciones e, incluso, instalaciones hoteleras porque ya se sabe cómo ha actuado antes los terroristas y lo mejor es está precavido, vigilantes y protegidos Están ahí, cerca posiblemente nuestra, en el nuevo ‘santuario’ portugués porque en el francés ya los conocen bien y se siente más vigilado, y a lo largo del vecino país hay una amplia frontera, muy permeable y con mucha menos experiencia en la forma de hacer y trabajar de ETA. En Huelva, además, no debe olvidarse, hay una macro cárcel, saturada de presos y entre ellos un buen número de etarras, que reciben visitas de familiares y de la estructura de apoyo de los terroristas y no es la primera vez que el aviso de movimientos de etarras salta a las páginas de los periódicos. Cuidado, pues, mucho cuidado y para el sector turístico onubense un consejo: este es un tema que mientras más se mueva, por la repercusión mediática, que tiene, peor para todos porque no ayuda en nada el debate en evitar acciones irracionales pero sí que puede ahuyentar a mucho turista y, además, sin que nadie tenga certeza de dónde pensaba o piensan actuar estos señores que hasta hace dos días sentaban con representantes del Gobierno español al más alto nivel. Lo mejor es que las fuerzas de Seguridad del Estado, incluidas las dotaciones de Policía Municipal, se potencien en toda la costa onubense y en la capital y exista una auténtica y perfecta coordinación entre sus responsables sin diferencias partidistas y tonterías que no viene ni al caso ni a la importancia del problema que nos afecta a todos. Porque todos podemos ser víctimas de un locura cruel.
Y volvamos a la política provincial porque el patio anda revuelto, pero que muy revuelto. En Diputación se han echado las cartas por los dos grandes partidos, PSOE y PP, ante lo que podría ser el inicio de importantes cambios orgánicos tras las elecciones generales y autonómicas de octubre o marzo (más nos inclinamos por la primera fecha que por la segunda). La enfermedad de José Cejudo (al que personalmente deseo lo mejor y él sabe mejor que nadie, porque lo he vivido próximo, que se lo digo de todo corazón) ha permitido situar al frente del organismo provincial a una persona que reúne los requisitos idóneos para preparar el camino al relevo de Javier Barrero en el seno del organismo provincial socialista. Tiene la confianza de Manuel Chaves pero cuenta, además, con la confianza extrema, próxima y cercana del propio Barrero y de sus más allegados porque ella ha estado sentado en esa ‘mesa camilla’ socialista donde se ha decidido en Huelva todos los pasos del PSOE. Creo que Barrero apunta hacia un sillón ministerial en el nuevo Gobierno de Zapatero tras las elecciones generales y autonómicas y más desde que se le cogió gusto al coche oficial que le permite su destacado puesto actual en la Mesa del Congreso de los Diputados. Barrero, en Huelva, no puede conseguir más de lo que ha conseguido, que es bastante y sabe que la espinita de la capital depende más de los fallos del contrario que de sí mismo. A Manuela Parralo, que sí la han bajado ya del coche oficial, le quedan días en la política a juzgar por la severidad con que empieza a ser juzgada por sus propios apoyos mediáticos y se espera en la legislatura de la capital una estrategia de desgaste duro e implacable de los socialistas a la persona de Pedro Rodríguez, papel que tiene adjudicado ya alguien pero que está a falta de que Manuela se vuelva con el descubrimiento de la ‘fregona’ al chalet del Rompido.
En los populares se han impuesto las tesis y los planteamientos hechos con franca y sincera dureza por el secretario general, Jesús Toronjo, a Javier Arenas y a Pedro Rodríguez. O se hacía o se iba. Tiene mucho que hacer en Lepe, con la nueva mayoría de Manuel Andrés, para que siguiera en el organismo provincial esa dualidad política que los caprichos de Carmelo Romero habían impuesto en los últimos cuatro años. Es verdad lo dicho por Javier Arenas, se trata de una ‘renovación profunda’; un paso que, sin el que falta en las candidaturas al Congreso y al Parlamento andaluz, sería un mero brindis al sol. Es lo que se tendría que haber hecho hace cuatro años cuando las ambiciones personales se llevaron por tierra el proyecto de trabajo de Francisco Pérez como presidente provincial, ante un Pedro Rodríguez un propio Javier Arenas que no conocían tan en profundidad, como parecer ser ahora, lo que se cuece ente cuatro dirigentes históricos de los populares cada vez que se barruntan repartos de cargos públicos y con ello de sueldos asegurados por varios años. El PP ha perdido un tiempo precioso y lo ha pagado en estas últimas municipales que no admite muchas justificaciones, y que además no anuncia nada bueno al propio Javier Arenas en el único asalto que su propio partido le va a permitir a la Presidencia de la Junta de Andalucía. Ya por su propio interés, y si quiere leer a los que todavía apreciamos algo lo que se había propuesto hacer a mediados de los 90, Javier Arenas tiene que apoyar y consolidar ese profundo cambio en el seno de los populares con muchos más gestos que con palabras y recorridos en coche por la provincia sin rumbo y sin destino. Y con Pedro Rodríguez de mero acompañante al volante.
Y volvamos a la política provincial porque el patio anda revuelto, pero que muy revuelto. En Diputación se han echado las cartas por los dos grandes partidos, PSOE y PP, ante lo que podría ser el inicio de importantes cambios orgánicos tras las elecciones generales y autonómicas de octubre o marzo (más nos inclinamos por la primera fecha que por la segunda). La enfermedad de José Cejudo (al que personalmente deseo lo mejor y él sabe mejor que nadie, porque lo he vivido próximo, que se lo digo de todo corazón) ha permitido situar al frente del organismo provincial a una persona que reúne los requisitos idóneos para preparar el camino al relevo de Javier Barrero en el seno del organismo provincial socialista. Tiene la confianza de Manuel Chaves pero cuenta, además, con la confianza extrema, próxima y cercana del propio Barrero y de sus más allegados porque ella ha estado sentado en esa ‘mesa camilla’ socialista donde se ha decidido en Huelva todos los pasos del PSOE. Creo que Barrero apunta hacia un sillón ministerial en el nuevo Gobierno de Zapatero tras las elecciones generales y autonómicas y más desde que se le cogió gusto al coche oficial que le permite su destacado puesto actual en la Mesa del Congreso de los Diputados. Barrero, en Huelva, no puede conseguir más de lo que ha conseguido, que es bastante y sabe que la espinita de la capital depende más de los fallos del contrario que de sí mismo. A Manuela Parralo, que sí la han bajado ya del coche oficial, le quedan días en la política a juzgar por la severidad con que empieza a ser juzgada por sus propios apoyos mediáticos y se espera en la legislatura de la capital una estrategia de desgaste duro e implacable de los socialistas a la persona de Pedro Rodríguez, papel que tiene adjudicado ya alguien pero que está a falta de que Manuela se vuelva con el descubrimiento de la ‘fregona’ al chalet del Rompido.
En los populares se han impuesto las tesis y los planteamientos hechos con franca y sincera dureza por el secretario general, Jesús Toronjo, a Javier Arenas y a Pedro Rodríguez. O se hacía o se iba. Tiene mucho que hacer en Lepe, con la nueva mayoría de Manuel Andrés, para que siguiera en el organismo provincial esa dualidad política que los caprichos de Carmelo Romero habían impuesto en los últimos cuatro años. Es verdad lo dicho por Javier Arenas, se trata de una ‘renovación profunda’; un paso que, sin el que falta en las candidaturas al Congreso y al Parlamento andaluz, sería un mero brindis al sol. Es lo que se tendría que haber hecho hace cuatro años cuando las ambiciones personales se llevaron por tierra el proyecto de trabajo de Francisco Pérez como presidente provincial, ante un Pedro Rodríguez un propio Javier Arenas que no conocían tan en profundidad, como parecer ser ahora, lo que se cuece ente cuatro dirigentes históricos de los populares cada vez que se barruntan repartos de cargos públicos y con ello de sueldos asegurados por varios años. El PP ha perdido un tiempo precioso y lo ha pagado en estas últimas municipales que no admite muchas justificaciones, y que además no anuncia nada bueno al propio Javier Arenas en el único asalto que su propio partido le va a permitir a la Presidencia de la Junta de Andalucía. Ya por su propio interés, y si quiere leer a los que todavía apreciamos algo lo que se había propuesto hacer a mediados de los 90, Javier Arenas tiene que apoyar y consolidar ese profundo cambio en el seno de los populares con muchos más gestos que con palabras y recorridos en coche por la provincia sin rumbo y sin destino. Y con Pedro Rodríguez de mero acompañante al volante.
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