domingo, 10 de febrero de 2008

Una campaña que examina al político onubense

Lo que nos faltaba. El mercado de futuro del trigo de Chicago, que marca el precio mundial de este importante cereal y por extensión al de otros muchos productos de nuestra alimentación esencial y diaria, ha experimentado en la última semana ya una subida del 16% y en lo que va de año 2008, poco más de un mes, un 30%. Por si alguien lo olvida el año pasado fue del 138% en su conjunto y ya todos sabemos lo que ha subido el pan, la leche, las carnes, etc., etc. Y en Huelva, donde en esta cosecha muchos agricultores de secano habían depositado sus esperanzas en el trigo y sembrado miles de hectáreas a un precio de más de 80 pesetas (cerca de 0,50 céntimos de euros) el kilo de semillas, resulta que ahora no llueve, pero es que no llueve nada de nada y nos hemos despachado ya casi todo el invierno y muchas plantas están ya para que sus propietarios se tiren de los pelos. Estos son los tiempos que vivimos, de tremenda inquietud, preocupación e incertidumbre en muchas capas sociales, de puertas además para dentro, y de una campaña electoral en la que los políticos se echan la foto, hablan, o parecen que hablan, pero que para ser una fecha en teoría muy decisiva para la aplicación de unas políticas y otros, lo que trasluce es una tremenda frialdad, excesiva superficialidad y un transcurrir diario como si no existieran, al menos en la provincia de Huelva, otras opciones que el marco ya existente desde hace más de veinticinco años.
Hace unos días almorzaba con un destacado interlocutor social, profundo conocedor del sector y actividad en que se desenvuelve, que regresaba de haber mantenido un encuentro con una representación de una de las formaciones políticas que se presentan a estas elecciones. Le pregunté intrigado por lo que habían tratado y la opinión que había sacado de ésta y otras reuniones con los candidatos en estas elecciones y su respuestas fue clara y contundente: “Toman muchas notas pero entender y conocer los problemas ya existentes, de eso bien poquito”, Fernando. Y no hace nada de tiempo, uno de los asistentes al programa de TVE ‘Tengo una pregunta para usted’, que no pudo en el transcurso del programa en directo hacerle la suya al presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, salió diciendo después haber tenido la oportunidad de hacérsela en Huelva, en el despacho del delegado provincial de la institución autonómica, que “de cochinos –me imagino que su interés estaba en conocer de la primera autoridad andaluza su opinión sobre los graves problemas que aquejan a todo el sector porcino, en suma a media sierra onubense- entiendo yo mucho más que el presidente”. Sobran, pues, los comentarios.
A lo mejor los políticos no lo estén percibiendo con la rigurosidad y seriedad que yo capto en la calle pero mi impresión es que, ante la que se ha venido encima en cuestión de semanas y lo que queda todavía por llegar, esta es una campaña en la que todos ellos están siendo examinados por los ciudadanos. Es una campaña en la que quien diga tonterías puede recibir un disgusto y un serio varapalo. O bien, incluso, como ya me ha apuntado alguien que, como ocurriera en las municipales y en los referéndum de Cataluña y Andalucía, el votante se quede en casa, en la playa o en el campo, si los días siguen tan primaverales o soleados como los de estas fechas. Por eso he querido repasar un poco los apuntes que tengo de las siete últimas consultas electorales, desde 1994 hasta la del 2004, y analizar el efecto que pueda tener para uno u otro partido el nivel de participación. Huelva como provincia se mueve en un arco que va desde una asistencia a votar baja del 62,61% en el año 94, en unas autonómicas que fueron en solitario, y el 75,64% de las generales del año 96, que superaron en casi dos puntos la participación del 2004 cerrada con un 73,95% final y con el mejor resultado histórico del PSOE en Huelva alcanzando, nada más y nada menos, que 154,579 votos, en generales, frente a los ridículos 84.173 votos del PP, que le hacía volver a los registros de mucho antes de la llegada de Pedro Rodríguez al escenario político provincial y casi a los tiempos en los que todavía en España no se le consideraba ni como una alternativa.
En la provincia de Huelva un punto en la participación, aproximadamente, vienen a ser casi 4.000 votos más a contar en el cómputo global. A mayor participación los escaños andaluces salen más caros para los partidos minoritarios y a menor participación, como ocurriera a Izquierda Unida en Huelva capital en las pasadas elecciones municipales, más posibilidades de contar con asientos de representación política. Así, por ejemplo, la coalición de Izquierda Unida logra en Huelva sus dos escaños en el año 94 y como decíamos antes con el nivel de participación más bajo de estas siete elecciones consultadas, aunque también es verdad que con unos apoyos –cuando su discurso se diferenciaba del PSOE, era un discurso propio- de 33.559 votantes. Resulta, pues, evidente que la participación en estas elecciones es uno de los datos más importante a analizar porque nos resultaría altamente llamativo que con el horizonte económico visualizado y hasta admitido ya, ¡por fin!, por el mismo Gobierno de Zapatero, el que más puede sufrir sus efectos opte por quedarse en casa y abstenerse sobre qué partido político y candidatos considera mejor preparados, con más capacidad de gestión y conocimiento, para salir de donde nos han metido en cuestión de cuatro días. A ver qué nos dicen, por tanto, unos y otros para convencernos y devolvernos también la confianza perdida y que tanto ha afectado al consumo, uno de los pilares sobre el que se había basado el mismo crecimiento económico de España.

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