El sorprende abandono de un coche cargado de explosivos por parte de terroristas (todo indica que etarras, aunque llama la atención que pusieran en los detonadores su propia marca impresa) en un cruce cercano a la frontera ayamontina con Portugal nos ha colocado, en vísperas de la temporada alta turística en nuestras playas, con la cruda realidad de la sinrazón de quienes pueden provocar en cuestión de segundos una desgracia. El hecho debe servir de serio aviso para todos los cargos públicos, fuerzas de Seguridad del Estado, red de comunicaciones e, incluso, instalaciones hoteleras porque ya se sabe cómo ha actuado antes los terroristas y lo mejor es está precavido, vigilantes y protegidos Están ahí, cerca posiblemente nuestra, en el nuevo ‘santuario’ portugués porque en el francés ya los conocen bien y se siente más vigilado, y a lo largo del vecino país hay una amplia frontera, muy permeable y con mucha menos experiencia en la forma de hacer y trabajar de ETA. En Huelva, además, no debe olvidarse, hay una macro cárcel, saturada de presos y entre ellos un buen número de etarras, que reciben visitas de familiares y de la estructura de apoyo de los terroristas y no es la primera vez que el aviso de movimientos de etarras salta a las páginas de los periódicos. Cuidado, pues, mucho cuidado y para el sector turístico onubense un consejo: este es un tema que mientras más se mueva, por la repercusión mediática, que tiene, peor para todos porque no ayuda en nada el debate en evitar acciones irracionales pero sí que puede ahuyentar a mucho turista y, además, sin que nadie tenga certeza de dónde pensaba o piensan actuar estos señores que hasta hace dos días sentaban con representantes del Gobierno español al más alto nivel. Lo mejor es que las fuerzas de Seguridad del Estado, incluidas las dotaciones de Policía Municipal, se potencien en toda la costa onubense y en la capital y exista una auténtica y perfecta coordinación entre sus responsables sin diferencias partidistas y tonterías que no viene ni al caso ni a la importancia del problema que nos afecta a todos. Porque todos podemos ser víctimas de un locura cruel.
Y volvamos a la política provincial porque el patio anda revuelto, pero que muy revuelto. En Diputación se han echado las cartas por los dos grandes partidos, PSOE y PP, ante lo que podría ser el inicio de importantes cambios orgánicos tras las elecciones generales y autonómicas de octubre o marzo (más nos inclinamos por la primera fecha que por la segunda). La enfermedad de José Cejudo (al que personalmente deseo lo mejor y él sabe mejor que nadie, porque lo he vivido próximo, que se lo digo de todo corazón) ha permitido situar al frente del organismo provincial a una persona que reúne los requisitos idóneos para preparar el camino al relevo de Javier Barrero en el seno del organismo provincial socialista. Tiene la confianza de Manuel Chaves pero cuenta, además, con la confianza extrema, próxima y cercana del propio Barrero y de sus más allegados porque ella ha estado sentado en esa ‘mesa camilla’ socialista donde se ha decidido en Huelva todos los pasos del PSOE. Creo que Barrero apunta hacia un sillón ministerial en el nuevo Gobierno de Zapatero tras las elecciones generales y autonómicas y más desde que se le cogió gusto al coche oficial que le permite su destacado puesto actual en la Mesa del Congreso de los Diputados. Barrero, en Huelva, no puede conseguir más de lo que ha conseguido, que es bastante y sabe que la espinita de la capital depende más de los fallos del contrario que de sí mismo. A Manuela Parralo, que sí la han bajado ya del coche oficial, le quedan días en la política a juzgar por la severidad con que empieza a ser juzgada por sus propios apoyos mediáticos y se espera en la legislatura de la capital una estrategia de desgaste duro e implacable de los socialistas a la persona de Pedro Rodríguez, papel que tiene adjudicado ya alguien pero que está a falta de que Manuela se vuelva con el descubrimiento de la ‘fregona’ al chalet del Rompido.
En los populares se han impuesto las tesis y los planteamientos hechos con franca y sincera dureza por el secretario general, Jesús Toronjo, a Javier Arenas y a Pedro Rodríguez. O se hacía o se iba. Tiene mucho que hacer en Lepe, con la nueva mayoría de Manuel Andrés, para que siguiera en el organismo provincial esa dualidad política que los caprichos de Carmelo Romero habían impuesto en los últimos cuatro años. Es verdad lo dicho por Javier Arenas, se trata de una ‘renovación profunda’; un paso que, sin el que falta en las candidaturas al Congreso y al Parlamento andaluz, sería un mero brindis al sol. Es lo que se tendría que haber hecho hace cuatro años cuando las ambiciones personales se llevaron por tierra el proyecto de trabajo de Francisco Pérez como presidente provincial, ante un Pedro Rodríguez un propio Javier Arenas que no conocían tan en profundidad, como parecer ser ahora, lo que se cuece ente cuatro dirigentes históricos de los populares cada vez que se barruntan repartos de cargos públicos y con ello de sueldos asegurados por varios años. El PP ha perdido un tiempo precioso y lo ha pagado en estas últimas municipales que no admite muchas justificaciones, y que además no anuncia nada bueno al propio Javier Arenas en el único asalto que su propio partido le va a permitir a la Presidencia de la Junta de Andalucía. Ya por su propio interés, y si quiere leer a los que todavía apreciamos algo lo que se había propuesto hacer a mediados de los 90, Javier Arenas tiene que apoyar y consolidar ese profundo cambio en el seno de los populares con muchos más gestos que con palabras y recorridos en coche por la provincia sin rumbo y sin destino. Y con Pedro Rodríguez de mero acompañante al volante.
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