lunes, 25 de junio de 2007

La cuestión laberinto de la ría

No había escrito nada de la constitución formal del Ayuntamiento de Huelva, hace ahora más de una semana, y quería centrar la columna de este lunes en una cuestión que me llamó la atención porque todos los oradores que intervinieron en el acto, desde el alcalde, Pedro Rodríguez, tras su toma de posesión, como los portavoces de PSOE, Manuela Parralo, y de IU, Pedro Jiménez, al fijar la posición de sus respetivos grupos, se refirieron de manera expresa y hasta con planteamientos muy atrevidos al tema de la recuperación de la ría. Tal vez, que todo puede ser, porque en las puertas de la Casa Consistorial, a esa misma hora, se habían concentrado un grupo de ciudadanos que se aglutinan en torno a la Mesa de la ría para reclamar de los nuevos concejales un posicionamiento en la nueva etapa municipal que se inicia.
No lo había dicho antes pero lo quiero decir ahora como aviso a navegantes. La cuestión de la recuperación de la ría, el debate que conlleva en si mismo, es todo un laberinto para cualquier mandatario político que se quiera adentrar en él. Que se sabe como se ha entrado pero que nadie sabe cuál es la puerta correcta de salida al final del mismo. Hay tantos intereses encontrados, tantos emociones juntas y tantos matices a tener en cuenta que el laberinto se puede hacer un auténtico calvario no ya para quien lo observa desde la oposición sino para quien tuvo el atrevimiento de afrontarlo desde la posición de gobierno, porque como tal está llamado a liderar y resolver el enigma de estos intereses, pasiones y matices tan encontrados. Son cuestiones de tal calibre, que infladas hasta crear expectativas imposibles de hacer realidad, pueden cargarse al mejor y más carismático del mundo porque en el seno de la misma sociedad onubense ya se ha apreciado una tremenda fractura social con una tensión que hacía tiempo no conocía en la ciudad, tanto por los que defiende unas posiciones como por los que defienden otras.
La cuestión de la recuperación de la ría, desde una visión técnica y de concepción urbanística futura de la ciudad, va a venir formalmente en la propuesta que el equipo redactor del nuevo plan general de la ciudad haga en unos meses. Es, por tanto, algo a abordar en esta legislatura y que estaba en la agenda de la tarea municipal para estos cuatro años. De eso a convertirlo a cuestión de Estado, en el gran tema municipal, como parecía desprenderse de los discursos de los tres representantes municipales va un abismo. Porque si nos vamos a los mismos resultados electorales, partidos minoritarios que hicieron suyo este discurso, como el Partido Andalucista y los mismos Verdes del ‘Guito’, han cosechado unos resultados pírricos y testimoniales que no superan ni el millar de votos. Al único que podría haber beneficiado este movimiento ciudadano a modo de plataforma permanente y estable es a Izquierda Unida, que ha crecido en algo más de ochocientos votos en relación a los resultados de elecciones anteriores. Y no es una cifra para tirar cohetes y que evidencie un movimiento multitudinario en pro de unas propuestas inmediatas urgentes.
La ciudadanía de Huelva, en general, es muy consciente a estas alturas de la magnitud del tema que se le somete. No hay duda de la inclinación medioambiental, nostálgica y saludable de la inmensa mayoría; pero tampoco hay duda de la tremenda dificultad de las soluciones que se pueden poner en la mesa y de su propia viabilidad económica, y más cuando se juega con el futuro profesional de miles de trabajadores y del bienestar y estabilidad de sus respectivas familias. Que los políticos aborden a boca llena en esta cuestión de Estado, en una cuestión de ciudad, es admisible porque entra dentro de sus competencias y hay que respetarlo. Obligación también tenemos nosotros, como observadores externos, de alertar de lo que ello supone si esta entrada en el laberinto no tiene una puerta de salida racional y lógica, alejada de las decisiones improvisadas y adoptadas al tum-tum de la misma presión descontrolada de la calle.
Y no quisiera cerrar este lunes la columna sin comentar la forma tan contundente y explícita con que el alcalde de Huelva, Pedro Rodríguez, cerró la natural pregunta de los periodistas en torno a los nombramientos del nuevo equipo de Gobierno, ese "cuando yo quiera" y con una explicación de que "lo importante es acertar" y no el tiempo que uno se tome en tomar la decisión. Dicho esto cuando una elección no te la espera y son muchos los elegidos, pues la verdad es que se comprendería. Cuando el equipo elegido como candidatura, con sus nombres y apellidos, se formó hace dos meses, al hacerse las listas, y va para un mes que se conoce el número de concejales con los que puede componer ese equipo, pues la verdad es que tiene todo difícil razonamiento que no sea el de testimoniar, para dentro y para fuera, quien ostenta el bastón de mando. La debilidad de estas actitudes es que en la vida municipal la mayorías también dependen de la fidelidad del equipo y dos concejales rebrincados –en Punta Umbría ya se lo hicieron en la anterior legislatura a José Carlos Hernández- te dejan de la noche a la mañana sin sillón y sin mando, lo que va de contar con trece en lugar de quince votos a la hora de sumar los apoyos. Todo político en si mismo como persona es un mundo y sorpresa ya se ha llevado Pedro Rodríguez al final de la legislatura con una concejala traicionera y espía que nadie sabía lo que hacía ni lo que estaban haciendo con ella los enemigos del propio alcalde. Si hay algo en lo que el PP no puede fallar en esta nueva etapa municipal, con un PSOE que le tiene el ojo puesto en el gatillo y de manera permanente, es en perder su cohesión interna como grupo y esa empieza siempre por trabajarse como director de orquesta el factor humano. Descuidar ese flanco puede ser letal y las actitudes y formas no están ayudando mucho, que digamos, a conservar el espíritu de equipo con el que se comenzó hace doce años.

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