Me imagino que a quien encendió la bombilla de las ideas del alcalde de Huelva, el popular Pedro Rodríguez, va ya para casi diez años, a fin de que promoviera la celebración del Día de Huelva y con ello el nombramiento de Hijos Adoptivos, otorgamientos de Medallas de la ciudad y nominación de nuevas calles y plazas, las futuras Corporaciones Municipales le tendrán reservado, al menos, alguna de estas distinciones visto el enorme éxito que la iniciativa ha tenido durante estos años y que este camino lo hayan decidido emprender, con posterioridad, la misma Diputación Provincial, Delegaciones de la Junta y muchos otros ayuntamientos de la provincia. No había sido Huelva una tierra de premiar a los suyos ni de reconocer los méritos de las muchas personas e instituciones que trabajan por ella, lo que reflejaba en cierta medida la escasa autoestima hacia nosotros mismos como colectivo y como sociedad. Afortunadamente hemos dado un vuelco diametral en esa concepción de lo que somos y representamos como pueblo y ha sido tan abierta y generosa la selección hecha, a veces, que más de uno, venido de otra provincia y con poco tiempo entre nosotros, pudo gozar del privilegio de representar a otros premiados con mayor peso social, historia y legitimidad onubense, en hacer uso de la palabra ante Huelva y sus representantes municipales para agradecer los galardones recibidos. Es más, Huelva capital, tal vez porque la Diputación no tenía institucionalizado ninguna distinción, ha extendido los reconocimientos públicos durante estos últimos años a personas y entidades que desarrollan sus actividades empresariales, sociales, culturales, deportivas o solidarias en los pueblos de la provincia y no en la capital que a la postre es la que celebra su Día con estas solemnidades aprovechando el resurgimiento de la fiesta de su patrón San Sebastián, ya por fin cargadas de contenido tanto festivo, religioso como institucional. Tanta generosidad y amplitud ‘medallera’ desconcierta porque en una ciudad de cerca de 150.000 habitantes tienen que existir muchas personas y entidades anónimas con méritos más que suficientes para recibir estas distinciones sin necesidad de que tener que buscar fuera, aunque sea en los pueblos limítrofes, la nómina anual de premiados y obligación de todos los miembros de la Corporación es también saberlas encontrar para no tener que recurrir a los personajes que ya tienen por sí mismo cierta notoriedad pública pero que, la verdad, visto algunos elegidos durante esos diez años no le encuentro por ningún lado aportación a la ciudad que haya merecido de tan digno y meritorio reconocimiento público. El Día de Huelva tiene una enorme fuerza por si mismo por lo que entraña para los premiados con toda justicia y lo seguirá teniendo si se sabe seleccionar con acierto y que se le dan los honores, hasta de hablar en nombre de los premiados, que también es un distingo, a quien verdaderamente le corresponde; ir con prisas, decidiendo con criterios compensatorios o buscando el último nombre de famoso que inunde los medios de comunicación puede vaciar de contenido real estos premios y entrar en la pendiente peligrosa de lo rutinario y manido.
Una ciudad que como vino a descubrirnos el alcalde Pedro Rodríguez, en uno de los mejores discursos que le hemos visto pronunciar en los últimos tiempos y al que sólo le sobro un nombre propio, va a cumplir en este bisiesto 2008 el 175 aniversario de su designación como capital de la provincia tiene rango e historia para madurar cuando se viste de gala y el Día de Huelva es uno de esos momentos que ya cuentan en el calendario como fecha clave en el devenir anual. No quiero, por tanto, que mis anotaciones se tengan en cuenta como critica al buen montaje del acto de este sábado ni tampoco un cuestionamiento a algo que ha ido con el paso de estos años adquiriendo un importante prestigio social y público. La Huelva capitalina que ya queremos, y más después de que alcalde nos recordara a todos esos 175 años, es una ciudad más rigurosa, poco dada a las componendas inmerecidas y sin complejos en sus decisiones institucionales porque como capital de la provincia ha sabido ya ganarse el respeto y referencia de todos los pueblos de la provincia. El alcalde Pedro Rodríguez supo encontrar durante estos años de mandato que la Huelva que teníamos gozaba de símbolos, rincones, personalidad, fiestas propias, equipo señero, colectivos valiosísimos, organizaciones activas y ciudadanos con corazón y alma choquera. Si sigue siendo alcalde, en medio de este tsunami socialista de las últimas elecciones municipales que invadió la mayoría de los pueblos de la provincia, es porque su persona todavía representa la Huelva que muchos ansiamos tener y que empezamos a descubrir como una nueva sociedad que emanaba allá por los finales de la década de los 80, cuando se lanzó a la calle exigiendo una Universidad y los socialistas que gobernaban con mayoría holgada y hegemónica no supieron, o no quisieron, escucharla porque las directrices que llegaban desde Sevilla eran otra bien distinta. Ahora bien, las ciudades, como las personas, evolucionan, cambian, se transforman y aparecen nuevos interlocutores sociales y hasta nuevos medios de comunicación y nuevas formas de comunicarse y ejercerse liderazgos de opinión. La noche del sábado, en el acto del Día de Huelva, con un salón de actos de la Casa Colón, que no se llenó como otras veces, sentí que los tiempos pasan rápidos y que lo que ayer era novedoso y atractivo hoy puede empezar a hacerse añejo y nostálgico. Un paso adelante, un paso a la tuerca del tiempo, de las formas y de los métodos, puede hacerse ya necesario y demandado. No es un buen síntoma de la misma vitalidad municipal, que incumbe por igual a todos los grupos municipales, que hayamos llegado al 175 aniversario de Huelva como capital y no tengamos todavía por delante un calendario repleto de actividades para hacer llegar a la ciudadanía, de la ciudad y de la provincia, lo que ello supone y la visualización de la Huelva moderna, atrevida e impetuosa que, en el fondo, hemos ido construyendo entre todos durante estos últimos años. Camarón que se duerme, dice el refranero, se lo lleva la corriente… Y yo no quiero una Huelva acomodada, narcisista y egocéntrica que se conforma con cuatro líneas de componendas fariseas.
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