Cientos de ocupantes de los vehículos que transitaban la tarde del sábado, sobre la ocho, por el puente viejo del Sifón, también llamado de la Confederación porque se construyó en su día para hacer pasar las conducciones de agua que venían del pantano del Chanza para garantizar el suministro al Polo Químico, se quedaron parados para presenciar ‘in situ’, desde un lugar tan privilegiado, la botadura de un nuevo buque construido por la empresa Astilleros de Huelva. El ‘Dante A’, que así se llama este navío de 119 metros de eslora, como es lógico, tenía que aprovechar la marea alta de la tarde de este 4 de agosto para echarse a la mar, para echarse a la ría, desde las apretadas instalaciones de los astilleros onubenses y como suele ocurrir, cada vez que se bota un barco y más de estas enormes dimensiones, pues fue un auténtico espectáculo, no exento de incertidumbre porque no ha sido costumbre que en las instalaciones que tiene esta empresa de Huelva en la orilla de la ría del Odiel se fabriquen barcos de tanta envergadura. Y queda todavía para dentro de unos meses otro de 140 metros de eslora, lo que será un auténtico record en la historia de la factoría y algo de auténtico mérito para toda su plantilla de trabajadores, equipo técnico y directivo, así como para los propios miembros del Consejo de Administración. Proeza desde el plano técnico de la construcción naval y proeza empresarial porque desde unas instalaciones limitadas se ha captado una cartera de pedidos que marcan retos insospechados para cuantos han vivido la trayectoria de Astilleros de Huelva.
Como me decía no hace muchos meses su consejero delegado, Rafael Gómez, la aventura de Sevilla, de optar a la compra de Astilleros de Sevilla que había puesto en venta por imperativo comunitario la empresa pública IZAR, era una ilusión desde hacía muchos años pero dada la enorme capacidad comercial desplegada desde los Astilleros de Huelva, en un momento de repunte mundial de la construcción naval por el auge del tráfico marítimo, en especial por el crecimiento económico del continente asiático, pues se había convertido en una pura necesidad porque no existía capacidad técnica ni recursos humanos en los Astilleros de Huelva para digerir tanta carga de trabajo. De hecho, hace unos meses, nada más cerrarse formalmente la compra de la instalaciones de Sevilla y de ponerse operativa la factoría, que llevaba meses paradas por la propia incertidumbre laboral surgida por la decisión de la empresa pública de deshacerse de los distintos centros de trabajo distribuidos por España, se puso la primera quilla de un nuevo buque que ya irá viento en pompa en su construcción porque la capacidad técnica ubicadas en el puerto sevillano no tiene nada que ver con lo de Huelva. Es como viajar en un ‘Mercedes’ o en un ‘Peugot 307’. Que hay diferencia, que se nota en todo. Sevilla era vital para Astilleros de Huelva en su proyecto de empresa y ante su tremenda capacidad competitiva de captar pedidos en el mercado mundial.
El barco que este sábado se botaba , un buque de transporte de productos químicos de última generación, es un encargo de la empresa armadora Marítima Etnea, perteneciente al Grupo italiano Amoretti Armatori Group, que también recibirá en breve el que ahora se construye de 140 metros de eslora. Como el que se botó hace unos meses, el porta contenedores Clipper Point’, era un encargo de un grupo holandés para el tráfico de mercancía con el Reino Unido, de ahí que la misma empresa quiso desplazar hasta Huelva, a las instalaciones de Astilleros de Huelva, a más de cien representantes de empresas de ambos países que utilizarán el nuevo barco para lo pudiera conocer en el mismo puerto onubense antes de zarpar para entrar en funcionamiento. Esta capacidad de generar inversión extranjera que deja dinero y riqueza en Huelva, y ahora también en Sevilla, es obligado poner de manifiesto porque cuando se hablan de tantas y tantas horas de trabajo y de facturar en varios años más de 500 millones de euros también es indicativo del proyecto puesto en pie por empresarios onubenses que este negocio se ha traído hasta Andalucía desde otros países y compitiendo en el mercado mundial con otras muchas factorías de construcción naval.
Una botadura, como decía al principio, es un acto entrañable y también espectacular, disfrutado por esos cientos de ocupantes de vehículos desde el puente del Sifón, pero detrás de la misma, no se debe olvidar, hay muchas horas de trabajo y mucha labor empresarial que tiene nombres y apellidos. Astilleros de Huelva ha vivido momentos buenos, como los de ahora, y también momentos malos cuando entró en varias ocasiones en suspensión de pagos; ahora bien, detrás del proyecto había una labor constante, incansable y luchadora por hacer permanecer la empresa frente a las adversidades del momento, cuando lo más fácil, en situaciones de crisis del sector naval, hubiera sido tirar la toalla. Hoy hay que dar las gracias por esa resistencia frente a los problemas económicos de cada momento porque tenemos en Huelva una empresa capaz de abrir mercados, captar inversión, generar empleo y, además, como también hizo hace unos años la Caja Rural de Huelva, dar el salto a Sevilla para ampliar el negocio y convertirse en uno de los grandes grupos empresariales andaluces de capital privado y de la región, de aquí, de Huelva. Y eso que algunas veces escucho decir a algún que otro político corto de miras que en la provincia se echa en falta una auténtica clase empresarial ajena a los pelotazos urbanísticos. Pues la hay. Falta mirar lo que están logrando, no exento de sus dificultades, los rectores de Astilleros de Huelva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario