Me desconcierta por día cuanto acontece en la España plural, tolerante, constructiva, dialogante y respetuosa que entre muchos, y de muy diferentes ideologías, construimos en la transición. No la conozco hoy ni me identifico como ciudadano con la mayoría de sus políticos, a los que considero cada vez más alejado de la vida cotidiana y de la realidad social. Es como si sólo manteniendo posiciones extremas, enfrentadas y antagónicas (en recuerdo de esa dos Españas de Marchado que me han de ‘helar el corazón’) los representantes que hemos elegido después de los antidemocráticos comicios del 2004 (lo ocurrido el día de reflexión nos dejó a muchos marcados porque por ver cosas así no era por lo que tanto habíamos luchado para sacar adelante la Constitución) ejercitaran el loable y meritorio trabajo de la responsabilidad pública, olvidando que han sido elegidos para precisamente lo contrario: dialogar, consensuar y debatir incorporando las ideas de unos y otros hasta encontrar lo que mejor convengan al interés común. La sociedad, los colectivos sociales, los mismos ciudadanos de pie, lo practicamos mejor, creo yo, que los tanto aparecen en los medios de comunicación con mensajes difíciles de reconocer.
Esto ocurre en la España global, en la España compleja, variada y difícil que las circunstancias ha ido deparando, pero se extiende cada día más a los marcos y escenarios provinciales o locales más diversos. Basta con analizarlos en profundidad y contemplar las reacciones que se producen ante muchos acontecimientos y reacciones del día a día. Escribía yo, por ejemplo, el lunes pasado del momento tan delicado que viene atravesando desde este verano todo el sector turístico onubense, desde los grandes hoteles hasta el pequeño comercio que subsiste de la temporada turística en muchos puntos del litoral y lo hacía después de bucear en el interior del mundo empresarial y conversar abiertamente con quienes tienen cogido el pulso socio-económico porque las mismas cuentas de sus negocios así lo reflejan. Desde la Federación Onubense de Empresarios, sin que hubiera ninguna acción concertada, también habló esta semana y en parecidos términos a los yo descrito, entre otras razones, porque la realidad es tan cruda que no caben muchas más interpretaciones que la en si mismo refleja el sector y sus representantes empresariales.
Sin embargo este análisis ha sido inmediatamente contestado por Javier Barrero, que no es un cualquiera. Es, ni más ni menos, que secretario provincial del PSOE y líder todavía del partido que tiene en sus manos el gobierno de las principales instituciones de la provincia, desde el Gobierno Central pasando por el autonómico, provincial y nada más y nada menos que sesenta ayuntamientos. Es decir, que su opinión genera, chorrea de inmediato en cascada entre todos los gobernantes socialistas un mismo estado de opinión. De ahí que cuanto diga y haga Barrero tenga muchísima importancia. Pues bien, Barrero vino a decir a los empresarios que el sector turístico estaba más o menos mejor que nunca y que sus cifras se situaban entre las tres mejores de las ocho provincias andaluzas. Minimizó el problema, lo apartó y terminó criticando a la propia organización empresarial por expresarse en los términos que se había expresado. Javier Barrero es el político, el político de la España artificial, de despacho en Madrid y coche oficial, que ahora mismo no reconozco ni con la que me identifico. Se nota que Javier Barrero no ha tenido nunca una empresa (que se le conozca, al menos) ni tenido sobre sus espaldas la responsabilidad de sacar adelante una plantilla de trabajadores. Bastaría con que hubiera estado estos meses en las bambalinas de cualquier de los establecimientos hoteleros del litoral para que conociera, de verdad, cómo se han podido cubrir esas cifras de ocupación hotelera que con tanta frialdad como desconocimiento de la realidad se ofrecen desde los despachos oficiales o, igualmente, que acompañará por un día a los comerciantes detrás de un mostrador para ver hasta que punto ha bajado el poder adquisitivo de las familias españolas y que con tanta guasa nosotros calificábamos este agosto como los veraneantes de las cuatros ‘p’: pipas, paseos, playa y patatas fritas.Retratar lo que ocurre en un sector económico no es censurar globalmente una acción de gobierno como la mayoría de los políticos, siempre a la defensiva, piensan. He dicho y repito que lo peor de los problemas no es que estos existan, sino que no se sepa reaccionar ante los mismos en tiempo y forma y ahí es donde los gobernantes tienen mucho que decir y hacer. Javier Barrero debería haber sido receptivo a cuanto lo dicen los empresarios y escucharle porque con ellos lo que se expresa es la situación real del sector que hasta hace no mucho todos considerábamos como el relevo de la pesca y minería, ambos en decadencia en los últimos años. Espero que el secretario provincial del PSOE recapacite y reaccione con una actitud mucho más dialogante, porque como decía en el artículo del lunes pasado estamos ante dos problemas distintos: la incidencia de un mal momento económico, puramente coyuntural y que con un descenso de los tipos de interés puede superarse, pero también ante un modelo intermedio de desarrollo turístico que ya contando con un número importante de plazas hoteleras y con unas plantas hoteleras nuevas y cómodas carece de un circuito de empresas medianas y pequeñas que complementen una oferta turística con personalidad propia que pueda acudir, diferencialmente, a mercados emergentes y a los que no llega con tanta facilidad las bajadas de precios del caribe, norte de África o países del Este europeo. Con la ‘luz’ del Patronato de Turismo y sus técnicos-políticos liberados ya hemos visto que no es suficiente. La España de hoy pide menos debates artificiales, a la luz tertuliana mañanera, y más diálogo con los agentes sociales, más diálogo a pie de calle.
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