El ‘son como niños’, en referencia a la clase política que nos gobierna, a estas alturas del partido, empieza a resultar cansino, decadente y triste. Cuando no la dan a la entrada la dan a la salida, pero el resultado es que no hay, al final, una buena idea que pueda ponerse en valor para la provincia de Huelva, en suma, para los intereses generales, que no terminen en bronca, confrontación y criticas de unos contra otros. Si supieran los políticos, de todos los colores y pelajes, lo cansada que está la ciudadanía de estas escenas mediáticas y el daño tan tremendo que para la participación democrática –el día mismo de las elecciones- produce este modelo de ejercicio de la representación pública que se ha terminado por adueñar de las instituciones, posiblemente (es un decir), pues no lo harían. Y es que lo ocurrido con la presentación del proyecto arquitectónico y paisajístico que el Ministerio de Fomento tiene para la futura de estación de AVE en Huelva capital ha superado ya todos los límites de la lógica y la razón, hasta el extremo de que asistimos a un ocupación, apropiación diría yo, de las instituciones por las siglas de un partido con la hipotética finalidad de ‘vender’ acciones de gobierno en tiempos preelectorales, algo que debería hasta estar penado, por el daño que causa al mismo sistema democrático, y afeado y castigado por toda la ciudadanía, sea quien sea el partido, formación política o gobernante que lo ejerza.
Vengo escribiendo, y el lector lo sabe, desde hace muchos meses sobre lo ideal de incorporar en los terrenos del nuevo ensanche de la capital, una vez derribado el muro de renfe en la antigua Avenida Italia, edificios monumentales con la firma de los mejores arquitectos del momento, algo de lo que Huelva carece y que ahora, por la oportunidad que le brinda la concepción de una parte importante de la ciudad en el mismo centro casco urbano y frente a la ría, puede hacerse. Citaba como posibles la futura catedral (a la que Iglesia Diocesana parece mostrarle, al menos hasta ahora, muy poco interés), el Palacio de la Música, el gran centro comercial, puerto deportivo o la misma estación terminal del AVE. Y mira por donde, aleluya, los socialistas tienen la buena ocurrencia, de la mano de la impetuosa Magdalena Alvarez, de tirar de un arquitecto de reconocido prestigio, Santiago Calatrava, y concebir una estación de AVE casi sacada de un cuento de hadas pero que al convertirse en una promesa de gobierno tienen el compromiso ante toda Huelva, como ocurre con los ‘tripuentes’ de Punta Umbría, de convertirla en realidad. Una buena idea, una maravillosa idea, tanto por la forma de diseñar el conjunto de la estación futura como de la proyección de un inmenso rascacielos de 353 metros de altura, algo innovador y singular, terminó este viernes pasado en una trifurca entre socialistas y populares por las formas en que se había montado dicha presentación ante los medios de comunicación, sin el conocimiento previo y preceptivo del Ayuntamiento (como quedó estipulado en el convenio al crearse la Comisión de Seguimiento entre ambas instituciones públicas), buscando acomodo en la Diputación Provincial que es un organismo que no pinta nada en este asunto y dejando relegado al margen al alcalde de Huelva y a todos los miembros de la Corporación Municipal que representa a la ciudadanía de la capital, y todo para que en la foto oficial sólo pudieran estar presente los dirigentes socialistas. Que mira, si el proyecto diseñado por Calatrava fuera como una propuesta socialista y pagada con el dinero y recursos de dichas siglas, pues vale; pero vamos, que todo este montaje se haga con dinero público, de todos los ciudadanos y en la que tienen que participar otras instituciones, es algo inconcebible en estos tiempos de madurez democrática, entre otras muchas razones porque se trata de utilización indebida de fondos públicos para fines partidistas pero también porque ya no hay votante que se deje convencer por pamplinas de este tipo como si estuviéramos en una república bananera o populista bolivariana.
El proyecto de la nueva estación, que ya tendrá que hacerse así porque es una promesa de gobierno en ejercicio, es de tal encanto y riqueza que ensuciarlo con malas formas, mala educación y malos modales por parte de la clase dirigente socialista en la provincia de Huelva ha sido un tremendo error. Y error cometerían ahora también los populares si lo dejan todo en la afrenta y refriega, cuando lo que le viene bien a Huelva y a los ciudadanos capitalinos y de la provincia es que se hagan cosas, y que además las hagan cuanto antes. Como la palabra que le hemos empeñado a Manuel Chaves y Javier Barrero con el ‘tripuente’, anunciado en la campaña pasada de las municipales, que ya han aflorado los euros en el presupuesto del 2008 para que lo que parecía ser un farol más se empiece a hacer, por fin, realidad, que hora era. Quedarse ahora en afear las formas, cuando todo el mundo ya conoce el modo de operar y lo burdo de este modo de hacer campaña electoral, es una tontería. Lo que hay que pedir rápido es mayor información por la vía oficial (la del sello y el registro), el proyecto completo de Calatrava para tramitarlo y que tenga un procedimiento administrativo con urgencia, porque lo mejor que le puede seguir pasando a Huelva es que este tipo de faroles, como en el pócker, cuesten dinero al final de la partida a alguien y que ese dinero venga de unos presupuestos públicos en los que la provincia de Huelva viene siendo marginada, discriminada y olvidada desde hace muchos años. Lo demás, foto electoral incluida, se lo suele llevar el viento y el paso de los días. Las obras, el ‘tripuente’ y esta creativa estaciñon con rascacielos de 353 metros se quedan aquí, en Huelva, para disfrute de todos nosotros.
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