Ya les decía la semana pasada que cada vez que escuchaba al vicepresidente económico del Gobierno de Rodríguez Zapatero, Pedro Solbes, me echaba a temblar porque este hombre nunca acierta en ninguno de sus pronósticos y estimaciones, y lo que es más grave todavía hace calificaciones de la situación económica de España en la que parece que nos toma a todos por tontos, si bien es cierto que a casi once millones de españoles le supo colar no hace más de dos meses sus argumentaciones en el debate televisivo que mantuvo con un inexperto comunicador político como Manuel Pizarro, por el PP, en plena campaña electoral del 9 de marzo. En varias ocasiones les he recordado a los lectores que el presupuesto del año 2007 lo hizo sobre la base de un barril de petróleo, entre otras estimaciones, en torno a los 34 dólares y terminó en ese año en casi los 90. Una equivocación porcentual de casi un 300%, que ya es errar en el conocimiento de los mercados internacionales de las materias primas. Pero es que no hace ni cuatro meses, a finales de diciembre, el Congreso de los Diputados aprobó un presupuesto para el Estado en el 2008 sobre la base de un crecimiento del 3,1% y este viernes ya ha tenido que anunciar, sin ningún sonrojo por cierto, que podemos estar en el 2,3%, lo que supone un recorte de ocho décimas que porcentualmente supone reducir en un 25% sus estimaciones, con las correspondientes consecuencias que este dato conlleva en todos los demás elementos de la contabilidad pública. Y existe una coincidencia generalizada entre otros organismos internacionales de índole económico-financiera e institutos de estudios de que España estará rondando tan sólo el 1% en este año del 2008, lo que de confirmarse sería ya en toda regla no una crisis sino una recesión de consecuencias imprevisibles.
Con este panorama tan oscuro que el Gobierno va desvelando día tras día porque las cifras lo dejan en evidencia (y eso que existe entre sindicatos, organizaciones empresariales y partidos de la oposición la sospecha de que los datos del paro están trucados) y después de conocerse en esta misma que Huelva, pese a encontrarse en plena campaña fresera (que es la genera más jornales en el año), se encuentra entre las tres peores provincias de toda España en cuanto a la tasa de desempleados según la Encuesta de Población Activa (casi seis puntos por encima de la media de España y uno por respecto a la de Andalucía), todavía no he encontrado por parte de los gobernantes de las instituciones locales de la provincia de Huelva, Ayuntamientos, Diputación y Mancomunidades, pronunciar ni una sola vez la palabra austeridad, o lo que es lo mismo la puesta en marcha de unos mecanismos de ajustes de sus respectivos presupuestos aprobados para el año 2008, visto que al descender los ingresos es prácticamente imposible cumplir con los mismos salvo que sea con cargo a aumentar el enorme déficit y endeudamiento que todos arrastran para quebranto de miles y miles de empresas proveedoras locales que han empezado a entrar por su culpa e irresponsabilidad en situación preocupante desde el punto de vista financiero.
Todas las familias onubenses y empresarios saben ya desde hace meses que hay que ajustarse el cinturón ante lo que viene, pero ¿y los políticos?, ¿se han enterado los políticos de que esto ha cambiado y de una manera abismal, rápida y sin que se conozca todavía dónde se haya el punto de inflexión? ¿Acaso no han notado todos los ayuntamientos que han bajado las licencias de obras, apertura de negocios e incluso matriculaciones de vehículos? ¿Acaso no tiene conciencia el Servicio de Gestión Tributaria Provincial, que recauda los impuestos de muchos ayuntamientos, que se ha elevado el nivel de morosidad y de retraso en los pagos? Es verdad que si el vicepresidente Pedro Solbes, después de rebajar nuestra cifra de crecimiento y reconocer que en tres meses se ha despachado la mitad del superávit público que arrastrábamos (y en el que no se incluye el déficit de Comunidades autónomas, Diputaciones y Ayuntamientos) no dice nada de adoptar de inmediato medidas de austeridad presupuestaria, pues se podría comprender que esta cultura de ahorro no descienda en los siguientes escalafones de las distintas administraciones. Pero digo yo que sería lo sensato, la responsabilidad de todo cargo público y que además tenga dos dedos de luces: si está admitido, reconocido y publicado (con toda desvergüenza política) que ya hay crisis y que ésta nos generará menos ingresos en las arcas del Estado, y de ahí todo ya para abajo en Comunidades Autónomas, Diputaciones y Ayuntamiento, por una cuestión de sumas y restas, no es lo lógico y como único remedio posible el empezar a reducir, y manifestarlo públicamente, en la misma medida los gastos y en especial los gastos superfluos, innecesarios y de auténticas payasadas que vemos publicados en los medios de comunicación. Y volver con imaginación, y acudiendo a los nuevos fondos tecnológicos que la Unión Europea anuncia para España en los próximos años (acabado los fondos de cohesión y estructurales) a recuperar esa cultura de lo que en los noventa se llamaba desarrollo local, sabiendo encontrar aquellos sectores productivos que pueda generar actividad económica, siempre y cuando (que es el centro del problema de esta crisis, la escasa liquidez de bancos y cajas) las entidades financieras quieran y puedan apoyar con recursos económicos este impulso de la vida empresarial. ¿Tanto trabajo cuesta entender este razonamiento de imperiosa austeridad?
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